El aire, convertido en bruma,
Se posa en mis fosas…
Mis lágrimas, convertidas en rocío
Riegan mis pálidas rosas
Y, juntos bañan mi rostro
Dejándolo marchito, níveo, marchito.
Numerosas partículas lumínicas
Desfilan por la diminuta pasarela
Que un orificio en mi tejado ha creado,
A cada una las pinto con acuarela
Y con acuarela un pequeño arcoiris creado.
Lo veo, lo veo pero no el rojo, el rubí o escarlata.
A mi pasarela, un hilo de luz rubí impacta.
Explicándome al instante el por qué de su ausencia.
Estuvo encerrado en plataforma de metal
Con nombre, con fechas, con firmas cuneiformes.
Estuvo su radiante luz iluminando caminos,
Hoy ilumina caminos rotos; hoy su luz me ilumina.
Desde la pared deshecha, ese cuadro de metal
Con luces rubí se proyecta hacia mí.
Me recuerda lo presente, me recuerda lo que fui.
Me recuerda que fui topacio, esmeralda y rubí.
Ese metal con sus luces rubíes
Le dieron ayer un tono hermoso a mi vida.
Hoy la nostalgia hace fiesta
Y la melancolía se ríe a carcajadas.
Esa rojiza placa con sus tentáculos,
De bruces se recuesta en mis pupilas
Y presiona y presiona hasta sangrar hacerme
Hasta salinas aguas hacerme sangrar.
El aire, la bruma, el rocío y las lagrimas
Se mezclan homogéneamente
Y corren en forma de riachuelo
Desde mis ojos.
No es agua salina,
Solo es esa mezcla.
La nostalgia se convierte en conformidad
Pero la conformidad es insoportable.
La melancolía se convirtió en valor
El cual para mi es indispensable.
Las rosas pálidas se convierten en alegres alelíes
Y mis soledades, en proyecciones de metal con rubíes.
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