Notas, y no musicales
resuenan.
Notas, y no musicales
rasgan el velo de las sinagogas.
Notas, y no musicales
llegan al tímpano de cristo,
y no solo al de él, sino también
al de Zeus, al de Juno y al de Hades.
Algunas notas semejantes a gritos de infante
le llegan a Poseidón, el titán del mar.
Poseidón ve en sus aguas, azulitos inocentes flotando
y se queda mirando, y se queda mirando;
mira a Cristo, a Jehova, a Yaveh, a Mahoma, a Zeus
y a todos sus colegas.
Ustedes no van a hacer algo?
Claro que no-dicen los Dioses-
algún día aprenderán a convivir esos seres
de ahí abajo.
Algún día la virtud sera el sello distintivo de ellos,
mientras tanto solo basta observarlos desde lejos.
Observar el desastre de su ego,
observar la malicia de sus manos,
observar como almacenan
cosas que a su tumba no llevarán.
Observar sus locuras,
sus desvaríos, sus carencias
y su falta de amor.
Observarlos desde aquí,
dejarles en su libre albedrío
es lo único que debemos hacer Poseidón.
Notas y no musicales
resuenan.
Notas, y no musicales
estallan en el aire en forma de trueno.
Notas de dolor embriagan la mirada,
y la misma se inunda de alcohol,
la mirada derrama alcohol.
La mirada se expresa en riachuelos
de alcohol salado.
Y las notas aun no cesan, aun no han cesado.
Cada día notas resuenan, notas de dolor,
notas de melancolía,
notas que forman parte
de pentagrama de triste melodía.
Notas, y no musicales
resuenan.
Alli va Poseidón entregando a Hades
un azulito que sus olas llevan.
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