Tu recuerdo
reaparece en este día;
en este
día, en estos días, en éste, tu día.
Consternado
yaces en la cima del cielo,
del cielo
de Quisqueya,
del cielo
de los ideales,
del cielo
perteneciente a los buenos hombres.
Desde allá,
desde allá, consternado yaces.
Tu espíritu
y tu alma; alma clara, alma nívea,
alma que a
nosotros quisiste heredar.
Cuerpo
furtivo, ánimo de hierro, intelecto digno;
que, en
pocos, es sello; de ésta, tu bella,
de ésta, tu
tierra.
Que mal te
tratamos,
golpeamos
tus torres, tu baluarte;
hoy día te
veneramos,
hoy que
yaces en la tumba.
En vida te
enviamos,
te enviamos
a la penumbra;
mas como
giros de noria;
hoy arriba,
hoy en lo
alto,
hoy en la
gloria.
Tu cuerpo
fue cordero inmolado,
aquel que
se entregó.
Aquel que
fue encarnación del ideal,
de
libertad;
de lucha,
de sudor derramado,
de sangre
derramada;
por la búsqueda
de ser libre,
de libre
humanidad;
de libre
pensamiento, de libre arte.
Que gran
ser humano fuiste tú,
tú, Juan
Pablo Duarte.
Hoy yace el
sudor que derramaste,
la sangre
de aquellos mártires;
sangre,
sangre,
sangre de
la cual esta tierra se empapó;
esa misma,
esa misma
sangre
hoy yace,
hoy yace.
Hoy yace en
la copa de los serviles.
Hoy yace en
la copa de aquellos que devoran almas.
Hoy yace,
sí, hoy yace tu sangre, Juan Pablo,
en la copa
de aquellos
que le
roban el pan y el vino
a los
hambrientos,
a los desposeídos,
a los que
no tienen voz,
a los que
no tienen techo,
ni madera,
ni paredes,
a los que
suspiran en la enfermedad,
a los que,
día a día, soplan su último aliento,
a esos le
roban, le roban
a esos que
no conocen
un tiempo
bueno, un buen tiempo;
a esos que
solo el sol, jamás el viento;
a esos a
quienes siempre el pan llega tarde;
a esos, hoy
día masacran,
hoy día masacran,
Juan,
ésos, ésos
que beben hoy tu inmaculada sangre;
Sí Duarte,
hoy esos se toman en copas de oro tu sangre,
mi sangre,
nuestra sangre,
la sangre
de Quisqueya la bella;
esa bella
que siempre,
siempre es
devorada por millares de bestias.
Tú fuiste
el alma bella,
el alma que
pensó en un mañana.
Cuantos
hombres como tú
hoy esta
tierra extraña.
Cuantos
hombres como tú,
como Mella,
como Sanchez;
cuantos
hombres extraña esta tierra;
esta tierra
sufrida, esta tierra saqueada;
saqueada cada
cuarteto de años;
la misma
abusada y burlada.
Cuantos
hombres extraña esta tierra.
Hombres
como aquellos
que
lucharon junto a ti;
ésos, que
aunque sus nombres
no figuren
en la palestra,
hoy figuran
en estas letras.
Ésos que
escucharon
con humildad
y nobleza
el plan que
trazaste,
la gran
proeza
que te dotó
a ti
de tamaña
grandeza.
Esos
hombres creyeron en tu verdad,
en la
verdad de la vida;
en la
verdad que al fin
y al cabo
es libertad.
Esos
hombres hoy
la
quisqueyana extraña.
Hoy los quisqueyanos
extrañamos.
Hoy a ti y
a ésos extrañamos.
Y es que yaces
consternado, yo lo sé,
pero bien
es cierto
que en ti
aun abunda la fe;
porque creíste
en ella,
en esta, la
tierra del café.
Creíste en esta
tierra de la musa paradisíaca,
en esta
tierra semejante al paraíso.
Sí, aun sé
que en ti abunda la fe,
porque creíste
en ella,
en ella,
en ella,
pero quien
es ella?
Ella, ella
es Quisqueya,
la de
hermosas playas,
la de
brisas bellas.
Ella,
Quisqueya,
es la que
se levanta
día a día
al sacrificio.
Es la que
lleva en si un sobrevivir,
no un
vivir.
Ella es la
que acude a la escuela
a recibir
pan, educación.
Ella,
Quisqueya,
ella la que
baila bachata
a pesar de
tener lleno de dolor el alma.
Ella,
Quisqueya,
es la que a
pesar de todo
a todos sonríe,
con todos es amable.
Ella, es la
que siempre tiene actitud afable.
Ella es por
quien luchaste,
por quien
te entregaste.
A ella fue
que valoraste;
y es por
eso que hoy,
tu tierra
te corona,
te corona
de grandeza,
te corona
de majestad;
es que nos
diste aquello
tan
anhelado que llaman libertad.
Digno de
copiar infinitamente,
fue tu
vida, tu moral, tu arte;
de ti el quisqueyano
jamás ha de olvidarse;
hoy te
recuerdo, hoy te recordamos
nuestro
querido padre Duarte.
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