Un no sé
se
desprende de ti,
un no sé
quizás de
tono claro
o de rojo
carmesí,
realmente
el tono no lo sé.
Un no se
qué vacila
en el viento,
crece con
el tiempo,
identifica
a ti en mi,
identifica
a mi en ti.
Ese no se
qué
se
constituye
en nuestro
ser.
Un no sé.
No sé el
tiempo
del abrazo.
No sé el
tiempo
de la
mirada.
Solo sé
el susurro
de tu letra.
La ternura
de tus
párpados.
La profundidad
de tus ojos.
Tus ojos,
mis ojos;
dos lagos
de profunda profundidad,
dos lagos
cuyas aguas
quizás son del mismo tono,
de agua
clara,
de agua
cristalina,
quizas de
cero aguas turbias;
esos somos
tu y yo;
dos senderos,
dos miradas
entrelazadas por el tiempo.
Aprecio tu
no sé,
aprecio
lo que, de
ti, sé.
Y lo que sé
es que tu
esencia
es agradable
a mi presencia,
ella borra la
efervescencia
y da paso a
la calma.
Sí, en tus
ojos miro la calma
y en tu
sonrisa, visión de miel,
tus no sé
son una
caricia del viento
un tierno
paso del tiempo
una gran
amistad que empieza a crecer.
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