Doña Obsidiana estaba muy contenta, ella, una científica muy poderosa había creado por fin un esposo, al cual llamó Rayo, eran muy felices en su casa, eran los padres de millones de hijos e hijas, podría decirse que la felicidad que desbordaban en su hogar era incalculable. Obsidiana era muy cuidadosa de todos sus hijos, tanto así que incluso les prohibió enamorarse y mucho menos casarse. Solo había un matrimonio, el de ella y su creación Don Rayo.
La tranquilidad en dicho hogar no duró mucho tiempo, Obsidiana estaba notando que dos de sus hijos, Solano y Gibosa, pasaban demasiado tiempo juntos. Empezó a sospechar que estaba pasando algo entre ellos. Un día en el cual los espiaba los descubrió muy juntos. Les reclamó, llamó a toda la familia y reunidos empezaron a interrogar a los dos muchachos.
-Madre, Gibosa y yo estamos enamorados. -Dijo esto tartamudeando y con bastante miedo-. Obsidiana, se enfureció con ambos, Don Rayo, estaba chispeando de tanta ira que sentía. Gibosa, permanecía tranquila e inmutada, enfrentó a su madre y le dijo, déjame vivir, no puedo estar aqui todo el tiempo, este lugar a mi y a Solano nos aburre, el y yo somos muy diferentes a todos ustedes, necesitamos más. Ante estas palabras, Obsidiana tuvo que aceptar que debía dejar ir a sus dos hijos, los cuales eran muy amados.
Solano y Gibosa abandonaron el hogar y se fueron muy lejos, tan lejos que incluso cruzaron el umbral, se aventuraron sin darse cuenta que sus cuerpos incluso empezaron a cambiar, por su unión ahora sus cuerpos que antes eran intocables, se sentían tangibles al tacto, era tanta su felicidad, decidieron procrear. Algo que no sabían era que, al cruzar dicho umbral, un hijo sería de tercera generación y por lo mismo, este presentaba una condición diferente a la de sus padres.
Un día Solano despertó y notó a Gibosa muy distante, ella estaba transformada, su piel sentía que ardía al estar en presencia de Solano, ella tuvo que distanciarse. Solano, estaba muy triste. Ya el y ella no podría estar tan juntos como antes lo estaban. Solo podían hacer esto una vez cada cierto tiempo. En una de esas veces Gibosa y él se unieron, y ella dió a luz a una hija, a la cual llamó cariñosamente, Gaia. Esta niña, trajo consigo una condición que le hizo al mismo tiempo mantener cierta distancia de sus padres, tanta cercanía de ambos, a su piel afectaban. Sus padres acordaron verla, cierta cantidad de horas. Ella, sufría por estar distante de sus padres, pero ellos la consolaban y le decían que siempre cercanos ellos estarían.
Cada 12 horas, Gibosa y Solano, visitaban a su hija, Solano, era muy caluroso pero dicho calor a Gaia la hacía crecer, Gibosa era muy emotiva, tanto así que a Gaia le hacía fluir agua de sus ojos de tanta felicidad. Solano, al partir, dejaba a Gaia bien agotada, era obsesionado con entrenarla para que fuera ella mas y mas productiva. Gibosa, acordó que cuando Solano se fuera ella procedería a llevar descanso y renovación al cuerpo de su hija; es así como Solano y Gibosa, hacen crecer y dan descanso a su retoño. Esto lo vienen haciendo desde millones de años. Gibosa toca las puertas de Gaia a las 6 de la tarde, siempre la acompaña un gatito llamado Ocaso, y a las 12 de la noche la hace sumir en profundo sueño. Solano a las 6 de la mañana toca las puertas de Gaia, en compañía de una perrita llamada Alba, y empieza el entrenamiento con Gaia, el cual es mas intenso a las 12 del mediodía, tal crecimiento procede a darle mucha productividad y crecimiento a Gaia.
Gaia, con tales entrenamientos, logra por si sola reproducirse y tener retoños, tuvo 6 hijos en total: un niño negro llamado Petro a quien le encantaba jugar con tierra y darle forma; una niña rubia llamada Aery, a quien le encantaba hacer avioncitos de papel, un niño amarillo, llamado Ardor, el cual descubrió el fuego y se pasaba todo el tiempo contemplandolo en una fogata, una niña llamada Marina, la cual por nada lloraba, todo el tiempo se la pasaba derramando agua de sus ojos, tanto en momentos de tristeza como en momentos de alegría, esta por todo era agua y agua. Una niña llamada Electra, que a todo aquel que se le acercaba se le erizaban los pelos, era muy intensa, inteligente; y por último un niño llamado Corazón, el cual solo se la pasaba disfrutando de todo lo que veía, era muy sabio y compasivo, todos amaban mucho a este último pues era el menorcito. El orden en el cual nacieron era el siguiente de mayor a menor: Aery, Marina, Petro, Ardor, Electra y Corazón.
Estos jovenes se la pasaban la mayor del tiempo en un laboratorio que Gaia habia diseñado para ellos, inventaron muchas cosas, hasta que un dia se les ocurrío, tomar muestras del ADN de los 6, juntaron esas muestras y crearon a dos seres: Yina y Yanson. Eran muy distintos a sus progenitores, contenían parte de cada uno de ellos. Estaban solos, se enamoraron, dió a luz dos hijos, solo tuvo un embarazo, nació una Hembrita a la que llamaron Feme y un varoncito al que llamaron Andro. Gaia estaba feliz con sus nietos Feme y Andro. Estos llenaron el hogar de Gaia de mucha prosperidad, de los mismos surgieron millones y millones de descendientes para Gaia, descendientes que luego de fallecidos regresaban al origen el cual era el hogar de Doña Obsidiana y Don Rayo.
Que bella y hermosa familia:
Obsidiana y Rayo
Gibosa y Solano
Gaia
Los 6 niños de Gaia
Yina y Yanson
Feme y Andro
Millones y millones
Tu madre y tu padre
Y por último tú.
Gracias Gibosa y Solano por tanto amor que siempre nos dan a todos, amor que nos lo recuerda el canto del gallo en la mañana y el canto del Búho en las noches. Un día todos vuelven al hogar de Doña Obsidiana y Don Rayo, incluso sus hijos que tanto se amaron, Gibosa y Solano; pero estos últimos han decidido permanecer en el mismo lugar de siempre por amor a su descendencia; por el amor de Gibosa y Solano es que hoy acá, en Gaia, todos estamos.
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