Minutos titubeantes
matutinos
recorren mi rostro, mi piel,
son amargos como la hiel,
dan incertidumbre y
desatino.
Mañanas carentes de sol,
de brisa ártica y pegajosa,
de hileras de luces acuosas,
carentes de ánimo y calor.
Si
tus nubes que se escuchan
me extasiaran mi ser:
mis ojos no olfatearían
ruidos.
Si la miel se torna hiel:
dubitante es el destino
cuando el alma lucha.
Un
rostro de sórdida mañana
Pulula dentro de mi alma
despojándome de las luces
que el alba
trae consigo en la hora
temprana.
Mi
fortaleza duerme
al no percibir la aurora.
Mi alma de corazón implora
en aquel Everest verme.
Si
el latido que casi danza
sembrara en mí la alegría:
diría que ésta es falsa,
ilusionante.
Las lluvias opacan mi
esperanza.
Las rosas marchitas
careciendo están de vida
y sus raíces toman sonrojo
agonizante.
Los
hilos de luz penetrante
que empiezan a agudizar mis ojos
exigen del aire el despojo
de ese soplo titubeante.
Si
la puerta contiene moho
que me impide entrar
triunfante;
que me rebaje es
desconcertante;
que sea pesadilla, al cielo
imploro.
Abrir la puerta triunfante:
es mi olimpo, mi antojo,
mi sentimiento andante.
Si
el camino no guardara tesoros
de sueños y vida circundante
el ermitaño moriría solo.
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