En las profundidades de la Cordillera Central, en una cueva sagrada custodiada por espíritus ancestrales, yacía la Macana, un arma legendaria forjada por los primeros taínos. Según una antigua profecía, cuando el país se sumiera en la oscuridad y la injusticia, un elegido, marcado por un Loa celestial, empuñaría la Macana y liberaría al pueblo de la opresión.
Manuel "El Pasao", un joven campesino de ojos brillantes y alma rebelde, vivía una vida sencilla en un pequeño pueblo. Durante un eclipse solar, mientras observaba el cielo junto a María "La Caótica", una curandera con un don especial, un loa, apareció en el cielo nocturno, brillando intensamente.
"¡Mira, María! ¿Ves eso?", exclamó Manuel, señalando el cielo.
"Es un loa", respondió María, su voz llena de asombro. "La profecía se está cumpliendo".
En ese mismo instante, una marca idéntica al Loa apareció en el brazo de Manuel.
Guiado por espíritus ancestrales y con la ayuda de María, Manuel emprendió un peligroso viaje para encontrar la tan anhelada por todos, La Macana. Atravesaron bosques encantados, donde el follaje se teñía de esmeralda y el canto de las aves creaban una melodía hipnótica.
"Este bosque es hermoso, pero también siento una presencia oscura", comentó Manuel, mientras se adentraban más en la selva.
"Los espíritus de la naturaleza nos protegen", aseguró María. "Pero debemos estar alerta".
Mientras tanto, Carlos "El Patrón", un poderoso hacendado, había descubierto la profecía y temía perder su poder. En una mansión aislada, rodeado de un aura de misterio, realizaba rituales oscuros.
"¡Escuchadme, espíritus de las tinieblas! ¡Otorgadme el poder para dominar a este pueblo! ¡Que mi enemigo sea destruido y mi reinado sea eterno!", gritó Carlos, su voz resonando en la noche.
Después de un largo y agotador viaje, Manuel y María finalmente llegaron a la cueva sagrada. La Macana descansaba sobre un altar, custodiada por un espíritu guardián.
"Por fin la encontramos", dijo Manuel, tomando la Macana con reverencia. "Ahora podemos liberar al pueblo".
"Sí, pero Carlos no se rendirá fácilmente", advirtió María. "Debemos estar preparados para cualquier cosa".
En ese mismo instante, Carlos "El Patrón", acompañado por sus secuaces, irrumpió en la cueva.
"¡Entrégame la Macana, Manuel!", gritó Carlos, mientras apuntaba con su pistola.
"Nunca", respondió Manuel, empuñando fuertemente la macana y preparándose para lanzar un hechizo de ataque con la misma, la cual hiriera a muerte a Carlos. "Esta espada pertenece al pueblo".
Se desató una batalla feróz. Manuel, guiado por los espíritus y fortalecido por la Macana, luchó con valentía contra las fuerzas oscuras de Carlos.
"¡No te rindas, Manuel!", gritó María, lanzando una poción mágica que debilitó a los enemigos de Manuel, los cuales eran refuerzo de Carlos.
En el clímax de la batalla, Manuel enfrentó a Carlos en un duelo mágico. Con un último esfuerzo, Manuel logró vencer a su enemigo, al propiciarle un gran impacto de la macana en su sien derecha, la sangre de carlos Tirado en el suelo, baño el entorno de un carmesí burbujeante, Carlos cerró los ojos para siempre.
"El bien ha triunfado sobre el mal", dijo Manuel, mientras observaba el cuerpo inerte de Carlos.
Con la derrota de Carlos "El Patrón", el pueblo se liberó de la opresión. Manuel fue aclamado como el héroe que había cumplido la profecía. Bajo su liderazgo sabio y justo, el pueblo reconstruyó su vida y vivió en armonía.
Cincuenta años habían pasado desde que Manuel, "El pasao" , empuñara la Macana y liberara al pueblo de la opresión. Lo que comenzó como una promesa de un futuro brillante se había convertido en una sombra oscura. El poder de la Macana había corrompido a Manuel, transformándolo en un dictador despiadado. Su reinado se caracterizaba por la opresión, la injusticia y el miedo.
Mientras tanto, había nacido una niña, hija de un Pescador llamado José, apodado "El Tritón" y de una Señora llamada Emilia, la cual se dedicaba a escribir, a ella nunca nadie le puso un apodo, la respetaban mucho por su gran sapiencia, esta niña nacida de estos dos ciudadanos ejemplares llevaba el nombre de de Sirena, era una niña de ojos brillantes y una curiosidad insaciable. Desde pequeña, sentía una conexión especial con la naturaleza y los espíritus ancestrales, era muy inteligente. Durante un eclipse solar, mientras observaba el cielo, otra vez un Loa, idéntico al que había marcado a Manuel, apareció en su brazo. Los ancianos del pueblo reconocieron la señal: una nueva elegida había surgido.
La profecía hablaba de un equilibrio, de un nuevo elegido que restauraría la armonía. Pero, ¿cómo podría una niña enfrentarse al poderoso dictador y a la corrupta influencia de la Macana?
Con la ayuda de un grupo de rebeldes, que habían sido testigos de la transformación, hacia el mal, de Manuel, Sirena comenzó a forjar una resistencia. Utilizando sus conocimientos y su conexión con los espíritus, ella y sus compañeros crearon un ejército de sombras, listo para desafiar al dictador.
En una batalla épica, Sirena y sus rebeldes se enfrentaron a Manuel y sus soldados. La Macana, que antes había sido un símbolo de libertad, ahora era utilizada para oprimir al pueblo. En el clímax de la batalla, Sirena y Manuel se enfrentaron en un duelo épico. La Macana, en vez de ser bendición, ahora era una extensión de la oscuridad que consumía a Manuel. Con cada golpe, la macana irradiaba una energía maligna que corrompía todo lo que tocaba.
Sirena, logró arrebatarle a Manuel, la macana, y con la misma lanzó un letal golpe, quebrándole la costilla izquierda, perforando la misma el pulmón de Manuel, el cual murió en instantes, asfixiado. Sirena sintió el poder de la macana en su posesión, sin embargo, había descubierto un secreto: el poder de la Macana no solo otorgaba fuerza, sino que también corrompía al usuario. Había visto cómo había transformado a Manuel en un tirano despiadado. Y comprendió que la única forma de acabar con el mal era destruir la fuente misma de ese gran poder.
"¡No hay victoria en esta lucha, aliados!", gritó Sirena, sus ojos brillando con una determinación inquebrantable. "La Macana solo trae destrucción". La haré trizas. Todos vociferaron un gran si. Concentrando toda su energía, levantó las manos hacia el cielo y pronunció una antigua invocación.
"¡Espíritus ancestrales, escuchen mi llamado! ¡Que el poder de la Macana se disipe y se esparza por toda la tierra os imploro!"
En ese instante, la Macana comenzó a emitir una luz cegadora. Las grietas se extendieron por todas sus dimensiones, y con un estallido ensordecedor, la macana se hizo añicos. Miles de fragmentos de la misma, fragmentos incandescente se dispersaron por el aire, cayendo como una lluvia de estrellas sobre el pueblo.
Al mismo tiempo, una energía poderosa emanaba de Sirena. Era una energía pura y luminosa que se extendió por todo el pueblo, llenando los corazones de sus habitantes de esperanza y fuerza. Los fragmentos de la Macana, al tocar la tierra, se convirtieron en diminutas partículas de luz que se integraron en el suelo, las plantas y los animales.
Sirena, enuncia las siguientes palabras ante el cadaver de Manuel: "El poder ya no es tuyo, es de todos; por fin concluye tu reinado de terror".
En ese momento, los habitantes del pueblo, que habían estado observando la batalla desde lejos, se acercaron a Sirena. Con lágrimas en los ojos, la aclamaron como su nueva líder.
"Sirena, tú eres nuestra esperanza", dijo un anciano. "Gracias a ti, el pueblo es libre".
Sirena sonrió. "No soy yo quien tiene el poder", respondió. "Es el pueblo. La Macana ha sido destruida, pero su poder se ha esparcido por toda la tierra. Ahora, somos todos iguales".
Y así, con la destrucción de la Macana, nació una nueva era. Una era en la que el poder no residía en un solo individuo, sino en el corazón de cada persona. El pueblo, unido y fortalecido, construyó un futuro mejor, donde la justicia, la igualdad y la armonía reinaban supremas.
La dispersión del poder de la Macana en el pueblo, aunque había liberado a todos de la opresión, sembró la semilla de la discordia. Han pasado decenas de años. Con cada individuo poseyendo una fracción del poder ancestral, las ambiciones personales se desataron. Bandos rivales surgieron por doquier, cada uno luchando por el dominio y la supremacía. La tierra, antes unida por la esperanza, se fragmentó en un mosaico de conflictos.
Sirena, que había sido aclamada como una diosa, se convirtió en el blanco de la ira y la envidia. Muchos la culpaban de las divisiones y los conflictos que asolaban el pueblo. Acusada de brujería, fue perseguida y finalmente asesinada de forma cruel. Los fragmentos de la Macana, que antes habían sido una fuente de poder y esperanza, ahora se habían convertido en un símbolo de división y destrucción. El pueblo entero se consumió unos a otros. Solo tres niños sobrevivieron a tal masacre. Adalid, el cual era hijo de Manuel, Dolores, la cual era hija de María y Liliana, la cual era hija de Sirena.
Estos tres niños se convirtieron en los últimos vestigios de una era pasada. Adalid, hijo de Manuel, heredó la ambición y el deseo de poder de su padre. Dolores, hija de María, conservaba la compasión de su madre, era muy tranquila y sumisa, y Liliana, hija de Sirena, era una niña fuerte y decidida, con un espíritu indomable.
Adalid, alentado por los restos de poder que aún albergaba, herencia de su padre, reunió a las dos chicas ya las mismas en edad de casarse, les dijo que debían los tres poblar la tierra. El se había enamorado perdidamente de Liliana, pero esta no le correspondía, mas bien esta tenia sentimientos por Dolores, era su mejor amiga y ambas se cuidaban mutuamente. Adalid le propuso a Liliana matrimonio, la convenció de que debian unirse, ella no le quería, pero el poco a poco fue ganándose su amor, al punto de que ella tambien de el se enamoró, pero ella no sabía que el propósito final de Adalid además de tenerla y que ella fuera su esposa, era tambien dominarla a sus antojos, ella no le tolero esto y le dejó. El la persiguió, dijo que ella tenía que estar con el sea como sea. Ella no tuvo mas remedio que huir hacia las profundidades de un bosque lejano, el se cansó de buscarla, pero no la encontró. Ella se refugio en una cabaña abandonada, se dedicó a la alquimia. Al parecer en dicha cabaña había vivido un alquimista, el cual en una caja habia guardado muy cuidadosamente y totalmente y sellado y conservado una sustancia llamada, "semilla depurada" (esta sustancia era un esperma poderoso), Liliana leyó la escritura y las instrucciones, todo lo entendía, era muy inteligente. Se sentía muy sola, y ella misma con tal esperma se inseminó. Tuvo gemelos, Esperanza y Cristian.
En su refugio en el bosque, Liliana crió a sus hijos, enseñándoles a respetar la naturaleza y a vivir en armonía con ella. Esperanza, era muy amorosa y sentimental se convirtió en cuidadora de la naturaleza. Cristian, muy meditativo, se convirtió en chamán.
Mientras tanto, Adalid y Dolores consolidaron su reino. Adalid, obsesionado con el poder, construyó un imperio basado en el miedo y la opresión. Dolores, era dominada por el mismo.
El mundo dividido en dos bandos, Los descendientes de Adalid y los descendientes de Liliana. Las tensiones entre los dos bandos crecían cada día más, y la amenaza de una nueva guerra se cernía sobre el mundo.
La Madre Tierra, cansada de los conflictos y la destrucción causados por la humanidad, despertó.
Una noche, un terremoto sacudió el mundo. Los cielos se oscurecieron, y un viento gélido sopló sobre la tierra. Los líderes, Adalid, y Liliana, se reunieron en un lugar sagrado, convocados por una fuerza invisible. Allí, se encontraron con el espíritu de la Madre Tierra, una entidad imponente, poderosa y majestuosa.
"He observado sus acciones durante siglos", dijo con una voz que resonaba en sus almas. "Generación tras generación han destruido mi creación y han derramado siempre sangre inocente. Si continúan por este camino, los destruiré a todos".
Adalid y Liliana se arrodillaron ante la Madre Tierra, pidiendo perdón. Prometieron trabajar juntos para construir un mundo mejor, un mundo donde la paz y la armonía reinaran supremas.
"Les daré una última oportunidad", dijo la Madre Tierra. "Pero recuerden, cada mil años, regresaré para juzgar sus acciones. Si no han cumplido su promesa, los destruiré apocalípticamente".
Y así, los dos bandos se unieron para ejercer liderazgo sobre el mundo. Adalid y Liliana habían llegado a acuerdos, se aliaron; cada bando aportaba sus habilidades y conocimientos para reconstruir el mundo. Cabe mencionar que Adalid tuvo con Dolores, su esposa, dos hijos llamados Vlad, el varón, y Katrina, la hembra.
Estos cuatro hijos le sucedieron a sus padres: Vlad, apodado "El vampiro", Katrina, apodada "La material", Esperanza, apodada "La emotiva" y Cristian, apodado "El religioso". Estos se pusieron de acuerdo para implementar paz y armonía en toda la tierra.
Cada mil años, en la noche más oscura, la Madre Tierra regresaba para comprobar si los descendientes de Adalid, Dolores y Liliana habían cumplido su promesa. Les advertía que de no cumplirla, un loa aparecería en el firmamento marcando a un nuevo elegido, que a los cuatro procedería a destruir.
Dos mil años han pasado, las naciones descendientes de los cuatro que hablaron con la madre tierra, observan un Loa en el cielo, y todos tiemblan de miedo. Al mismo tiempo, una cueva ubicada en la cordillera central nuevamente ha forjado otra vez La Macana, ella, custodiada cautelosamente por espíritus guardianes.
La noticia se esparce "ha nacido un niño, un elegido". Tal niño lleva la marca del Loa. Este bebé es hijo de un Espiritista llamado Jhon, apodado "El hippie" y de una señora llamada Sofia, apodada "La tecnológica", al niño le pusieron por nombre Apocalipto , apodado "El iluminado". Apocalipto, crece observando su marca, sus padres no le han comunicado aun el significado de la misma. Los descendientes de los cuatro vigilan dia a noche a Apocalipto, a través de medios tecnológicos modernos y hacen rituales a la madre tierra esperando que los perdone. Aún no se sabe que va a pasar, solo sabemos que Apocalipto crece y porta la marca del Loa y que en lo profundo de la cordillera La Macana por el espera.